Tus manos

Tus manos fueron mías unos instantes aunque yo no fuera el dueño.

Hoy es el día en el que se cumple una eternidad después de tan pocos días de añorarte por haberte tenido de más.

Tus manos. Latalegadepan

Así comenzó la primavera en el olvido del color sepia o en el despertar lustroso de las azucenas.
Así llegó, matutina, vespertina, en el relego de la modorra o en el baile de tu volar golondrina.
Tras el roto de aquel contrato en agua de borrajas, apareció él, ella, ello en el pacto permanente de los días radiantes con su sello.

Magistralmente imperfecta era su desnudez. Se movía sin vergüenza  deleitando los sentidos a todos los que estábamos dotados del don de la fortuna por poder apreciar lo mejor de su delicado y armonioso cuerpo, sus manos.

Esa noche llovía a rabiar. La lluvia jugaba con ellas. Cuando  se guarecían bajo una marquesina, la intensidad torrencial amainaba y cuando seguían su camino volvía el chaparrón. El agua  chocaba delicada con su piel, como pidiéndole permiso, como disculpándose agradecida por poder empaparla. Fíjate que incluso cuando alcé la vista, a las nubes se les ocurrió dedicarme un guiño pícaro de despedida y una sonrisa de algodón que me hacían cómplice de su bonito juego.

manos lluvia. latalegadepan

 

Entre toldos y cornisas corrían cobijándose del agua que caía del cielo y allí se encontraron sus yemas con mi palma. Nuestras manos se tocaron por primera vez si querer y desde entonces todo volteó.

El esparto calado de mis cholas, mi pantalón corto, la camiseta y mi gorro no podían estar más mojados. En días de lluvia de verano me gusta salir al cielo abierto, extender mis brazos y recibir el suave estampido del agua que llega desde lejos. Y parado en medio de la nada, perplejo por ver colores empapados siguiéndola y sorprendido con la simbiosis del pasatiempo de la lluvia juguetona, topamos. Ellas pasaron consigo a mi lado y como si me quisieran salvar de un accidente por estar a la intemperie apretaron mi mano derecha, me empujaron y permitieron darme asilo cerca de su espacio vital.

Su cuerpo me acogió un ratito y su voz, entrecortada por el frío, me regaló palabras que ni escuché porque me centré en ellas.

No las pude mirar tan de cerca como hubiera querido al estar sus manos junto a las mías por debajo de su cintura. Fue suficiente ese tacto manual para ruborizarme, para transmitirme calor con la fuerza de su agarre. En mi parpadeo al cerrar los ojos sentí el roce de unos pétalos de orquídea y al abrirlos la suavidad al tacto de su piel. Sus muñecas finas y delicadas, unas uñas desarboladas con la lindeza de un abstracto cuadro del Moma. Unos dedos firmes, bien dispuestos, que daban con el contraste adecuado entre belleza, la de la inocencia de su roce, y deseo terrenal, carnal, el del pecado original al imaginarlas pasionales arañando mi espalda.

Arañar espalda. Tus manos. latalegadepan

Y llegó tras un instante la magia. Ella no es consciente de ello, creo, pero cuando está en movimiento dibuja siluetas de paisajes arco iris. En el baile de vaivén de sus muñecas se describen figuras imaginarias en el aire hechas con la punta de sus dedos. El rastro que deja inconsciente se desvanece fugaz y luego la sigue como una sombra en luz de luna. Me llegó así con retroceso un escalofrío que no era más que esa energía de la que hablo que regresa exhausta por temor a perderla. Te recorre toda la piel con rapidez, te eriza los sentidos existentes y crea nuevos pero se disipa al soltarte.

Cuando el contacto ya termina lo que queda es el recuerdo de haberte tenido de más sólo en ese instante.

Así comenzó la primavera en el olvido del color sepia o en el despertar lustroso de las azucenas.
Así llegó, matutina, vespertina, en el relego de la modorra o en el baile de tu volar golondrina.
Tras el roto de aquel contrato en agua de borrajas, apareció él, ella, ello en el pacto permanente de los días radiantes con su sello.

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2 respuestas a Tus manos

  1. Berni dijo:

    Nunca defraudas pequeño. ESPECTACULAR ese piel con piel

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