Media pelota de tenis deshilachada, descolorida, muy agujereada y vieja.

Cuartos de palillos que la atraviesan, llenando uno tras otro su superficie, piel de melocotón, convirtiéndola en puntiaguda silueta.

Papel mojado y cola blanca para el rabito y la cara de ojos negros y orejas chiquitas, y para las cuatro patitas que la sujetan.

Pinturas de acuarela de tonos tierra que al agua los pinceles y sus melenas colorean.

Bola inerte que se convierte en erizo para que su sueño sea.

Un erizo de tierra. Sin más ni más: su gusto, su deseo…con razón: mi orden, mi camelo.

De ratoncitos con agujas yo hubiera llenado su camino si así me lo pidiera

Una granja de ellos, libres y felices, rollizos y con nombres de los Diminutos, de los Gnomos o los Gonies o sencillamente lo que ella crea.

Caprichos de la niña de mis ojos que sin dudarlo los convirtiera en reales engañando al tiempo volteando una y otra vez el reloj de arena.

Su ausencia, ¿mi lenta respuesta, al no crear un hábitat de bonitos roedores para ella?

Una manualidad en una caja envuelta con destino sus manos de seda.

Amigos que te aconsejan, que te dignifican con su cariño y que te dicen que sigas tus instintos, tus locuras y que tu esencia sienta.

Ya no está, no hay nada que perder, así que lanza la caja al correo que ya creado el erizo que encuentre su dueña.

¿Despertará de su somnolencia o seguirá sumida en su letargo eterna?

Bola inerte que se convierte en erizo para que su sueño sea

Un erizo de tierra. Sin más ni más la ilusión de un hombre enamorado que encuentra en la naturaleza, el amor, su grandeza.