Acudía cada día a su cita con ella.
Sin exquisita puntualidad picando las ocho, se sentaba en la orilla de una pequeña playa de riscos con tabaibas y verodes.
Un libro por excusa para comenzar con esas miradas tímidas al balcón donde aparecía en lo alto.
Una silueta etérea delicada
Su sonrisa de soslayo
Un caminar de danza aérea
El brillo en sus ojos achinados
Y un café a distancia para ambos.
Y así un día…y otro, incluso en días de viento o lluvia o de amaneceres tardíos y es que aunque para ella él no existía, esa cita «a ciegas» era vida.
Que bonito Dami .Así da gusto empezar la mañana. Muchos besos brother.
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