– Señora le cedo mi asiento – escuché decir a un veinteañero amablemente a mi amiga. 

– Señora yo? Jummm- le contestó hocicuda. 

Hoy es su cumpleaños, cuarenta, y de camino a su fiesta sorpresa, en el metro, ocurrió sis dudas sobre su juventud y belleza. 

– … Pero mi niña si no se puede estar mejor- 

La vejez de espíritu es la que pesa. Es la que te hace caminar despacio, apesadumbrado. Ésa que hace que las ojeras y las arrugas se acentúen por gruñón. El alma vieja es la que seca el brillo de tu cara y que torna en sepia la visión de los colores del arlequín. Es la misma que te ensordece ante el sabio y la que cree enmudecer a todos con las palabras absurdas llenas de verdades absolutas. 

Yo me quedo en cómo lo haces tú. La edad que me demuestras tener es la que quiero para mí. Esos años que no te marchitan incluso con el paso inexorable del tiempo: la edad de tu interior, de tu esencia, de tu corazón.

Tu andar es lento pero a conciencia. La seguridad con la que te mueves ilumina la senda por la que vas disfrutando justo en el momento de pasar. Tu sonrisa amplia y limpia que despierta los días. Carcajadas que arrugan la triteza,se convierten en chibatas del bienestar y que marcan ojeras de noches de gozón. Esos ojos llenos de estrellitas tornasol que inundan de deseo a aquellos con la suerte de verlos. 

Viva tú! Mi niña que sigan sumándose años y que nos conviertan en puretas, señores y señoras, que nos conviertan en auténticas bellezas. 

Ps: dedicado a un chile 🌶, a una treintaitantos que está para quitar el hipo a cualquiera.